El Covid 19 vino, parece ser, a advertirnos que deberemos cambiar. Cuando la pesadilla pase, habrá eventos inolvidables, algunos muy tristes, de muertes, de vida, de lucha, solidaridad y el mundo dejará de ser el del «día a día», tal como lo vivíamos hasta la pandemia.
No vamos a filosofar al respecto, no es la intención de esta editorial. Vamos a lo sencillo, lo cotidiano, lo que reemplazará a las costumbres, ¿malas?, que cometíamos siempre, a cada paso, a cada momento.
No viene mal la enseñanza, el ser humano jamás puede dejar de aprender de sus errores.
El COVID 19, nos agarró desprevenidos. Nos agarró con la guardia baja, y nos pegó un «cross» que nos puso en la lona. Pero el combate estuvo lejos de terminarse, porque la reacción del ser humano, fue reciclar condiciones básicas que jamás debimos haber guardado en el placard.
Es fácil entender que las cosas, cuando esto sea historia, deberán buscar un rumbo distinto.
La higiene volvió a estar en el tapete. Este virus, no resiste nada, es débil contra los productos más comunes con los que se cuenta hoy en una vivienda. No resiste el alcohol, el cloro, el detergente, y el jabon, productos con cientos de años en el mercado. Pero entró por ahí. Nos agarró desprevenidos, en un mundo con apretones de manos, besos de camaradería, mates y vasos compartidos, alimentación irregular, suciedad, globalización, fronteras abiertas, y libertades por encima de la media.
Nos encontró desarmados, teniendo las armas al alcance de la mano. ¿Como pudo pasar?
Sencilla la respuesta, el humano carece de autocrítica, y además sostiene que su «invencibilidad» lo hace dueño de todo. Absolutismo. Eso. Absolutismo.
El COVID 19 nos entró por ahí, por la cotidianeidad.
Pero nada viene mal, si la experiencia vivida, nos sirve para cambiar los «hábitos».
Porque el pelear contra el virus, nos hace tener que levantar los brazos, y pelearlo, para que no nos vuelva a dejar en la «lona». Porque además, este Covid 19, tiene y tendrá parientes, tanto o más peligrosos que él mismo.
Acá nomas, en Ceres, un terruño imperceptible en medio del planisferio, un punto diminuto, las cosas tendrán que variar.
Y tendrán que cambiar indefectiblemente, porque todo tiende a repetirse en el tiempo, y cada vez que se dieron cambios globales, la mayoria, estuvieron atados a las enfermedades.
Muchos, los comunes, nosotros, y ojalá también los otros, los de las culturas milenarias, y otras parafernalias, deberemos aceptar las nuevas «condiciones».
*Salir, regresar al hogar, e higienizarnos, lavarnos bien las manos, y desinfectar los articulos que traemos del exterior, deberá ser una costumbre que todos deberemos adoptar por la posteridad. Priorizar en los articulos de limpieza, antes de poder montar económicamente una gran sala de cine, o esparcimiento. Jamás permitamos que alguien llegue al núcleo familiar y se siente, sin antes haberse higienizado. El jabón, y la lavandina no podrán faltar nunca.
*Las reuniones familiares, de amigos, de eventos sociales, y fiestas, también sufriran variantes indefectiblemente. No podemos permitirnos sentarnos a la par de alguien, pero no por eso debemos dejar de ser corteses, y mostrarles nuestro afecto, pero compartir, tambien debe entenderse por parte del otro, el compartir a distancia.
*No podremos asistir a un evento deportivo como era antes, con todo al descubierto. Cuando apareció el HIV, se decidió que en el deporte se usen guantes de látex para atender heridas de los deportistas, y que sean retirados de un campo de juego, mientras sangraban. Ahora esas medidas deberán ser complementarias con la «respiración». Arbitros, suplentes, entrenadores, y porque no hasta el público en las tribunas con medidas de higiene y seguridad. No nos sorprendamos ante el «deporte en barbijos». El deporte padeció mucho esta enfermedad, tal vez como todos, lo agarró con la guardia baja. No será necesario el saludo o el abrazo con beso entre los rivales. Deberán evaluarlo seriamente los entes deportivos.
*Las colas o hileras, en el ingreso a los comercios, al cajero automático, al banco, a la mutual, al supermercado, a la despensa del barrio, deberán respetar el orden de llegada, y como soldados, esperar el turno siempre a un «metro» del que está adelante, y haciendo respetar el «metro» al que está detras.
El ir y venir, de manera constante, sin sentido, comprar una cosa, salir, ir a casa, volver a salir, y asi continuamente, será algo que deberemos cambiar. Compar todo en una sola vez, y lo olvidado quedará para el dia siguiente.
*El uso de las tecnologías, habrá que aprender o aprender, para eso será importante el trabajo de los jovenes en los núcleos familiares, para que no sea necesario ir a pagar una boleta y aguantarse largas colas. A riesgo de poder contraer miles de enfermedades que están a la vuelta de la esquina.
*En las escuelas y los jardines, universidades, o salones de educación, habrá que rever el sistema de los «metros» entre alumnos. Viene una escuela «nueva» donde inculcar los valores de higiene y salubridad deberán ser una materia para aprender de «pe a pá». La voluntad política acá jugará un rol clave, para asegurar establecimientos con condiciones aptas para que no se enfermen los jóvenes.
*Viajar en vacaciones por el mundo será un ritual que deberá cambiar. Todo país ha demostrado que puede enfermarse, ninguno es hermético, y por eso motivo deberemos resguardar nuestra salud cada vez que nos vayamos de viaje de placer. Habrá que dotar a los aeropuertos de tecnología de avanzada para la detección de personas con enfermedades respiratorias de época.
*Tal vez uno de los puntos más difíciles de «afrontar» será el de las relaciones humanas, entre nosotros, los amigos, la familia, los nietos, los abuelos. Demostrarles cariño tal vez sin abalanzarnos sobre ellos. Un saludo más «frío» pero no por eso indiferente, para con nuestras amistades, o familiares cercanos y lejanos. El beso en la mejilla, el abrazo, serán «seleccionados» estrictamente.
El mate deberá ser con mates distintos, final de la botella de a pico para el encuentro, como el jarro fernetero, o el vaso de vino. Los cubiertos, o el plato, todo será para uno, sin destruir la camaradería y el afecto, porque si queremos a los nuestros, deberemos seguir las nuevas reglas.
Las condiciones cambiarán para nosotros, los medios de comunicación y la suma de personas en una redacción, estudio de radio, o de televisión. Para la salud pública y privada, dotarla de equipamientos para enfermedades respiratorias, y de bioseguridad deberá ser una prioridad gubernamental. Para las instituciones y sus reuniones, y sus asambleas. Las exposiciones, los números artísticos, los recitales, los festejos multitudinarios, entre miles de otras cosas que hasta la pandemia eran «habituales».
La batalla con el COVID 19 cesará, en algún momento, una vacuna nos mostrará los escudos contra él, y esto será parte de la historia de la humanidad. Pero la «guardia» deberá estar alta, siempre alta, no podemos volver a cometer los errores cotidianos que cometimos hasta esta pandemia. Porque el 19, no será el último número que vamos a ver por el resto de nuestras vidas en la tierra. Ya lo sabemos.
MARTIN FARIAS