Miguel Lifschitz y Omar Perotti hacen fintas a exactamente un mes del traspaso de mando. Se recelan, no pueden con sus genios. Al fin y al cabo son los dos grandes jugadores que seguirán en carrera en esta Provincia luego del 10 de Diciembre.
Del actual presidente de la Cámara de Diputados Antonio Bonfatti poco y nada se sabe de su futuro político, más allá de seguir presidiendo el socialismo nacional y versiones de una embajada en un país vecino. Sus allegados dijeron que después de la derrota ante Perotti se despidió de la política “electiva”; aunque en definitiva ningún político se despide de la política. Las revanchas suelen llegar cuando menos se las espera.
El socialismo santafesino hoy día no tiene liderazgos (Hermes Binner por razones de salud está retirado) y ese sitial – con resistencias internas – lo quiere ocupar Miguel Lifschitz a fuerza de empeño, y con “los fierros” que le dará la presidencia de Diputados, en vista del primer combate para recuperar el título: senatoriales nacionales del 2021.
Para ello comenzó a prepararse al lunes siguiente de la derrota de Antonio Bonfatti; sigue trotando- figurativamente- todas las mañanas al amanecer recorriendo media docena de pueblos por día, y comenzará con el gimnasio y a hacer guantes el 11 de diciembre. Lifschitz es un aguerrido contrincante; y Perotti lo sabe, por eso no baja la guardia.
La transición esmerila al gobernador saliente y al entrante por igual (de allí que Perotti se cuida de no hablar en público). Son los dos actores de la política más votados, quienes más devaluación relativa deben soportar desde el 16 de junio.
Miguel Lifschitz termina una gestión cuidando los retazos de la coalición sólida que heredara 4 años atrás; y esa delicada, cuidadosa tarea, lo lleva a que desde hace varias semanas no sea ya quien tome la decisiones, sino quien refrenda las que toman otros. La zaga del presupuesto 2020 (que ingresar esta semana por senadores) es un fiel ejemplo.
En el otro lado Omar Perotti, aunque era previsible, tiene que hacerse cargo de la derrota, aunque mínima, de Alberto Fernández en su territorio. En política nada se deja pasar por alto. Tarde o temprano se pasan las facturas. Además, tiene una tropa propia inquieta; la “unión en la diversidad” previa a las elecciones hoy reclama su parte accionaria del triunfo. De allí que los nombres de su futuro gabinete – que existen – es un secreto templario para el gobernador electo. Y no para incomodarlo a Lifschitz, que sutilmente se los pide para “coordinar la transición”.
Miguel Lifschitz se prepara para otra dura batalla interna: la sucesión dentro del FPCyS, de la cual el peronismo – y Perotti en particular – quieren sacar provecho antes de que las partes se sienten para acordar los términos. La reciente – y por ahora fallida – intentona de insistir con la reforma de la Constitución, es una prueba cabal de que el peronismo no desperdiciará oportunidad que le brinden las grietas de sus adversarios en beneficio propio.
El radicalismo también se prepara para el nuevo escenario político que sobrevendrá dentro de un mes cuando tengan que desalojar el poder. Se sienten ganadores en la derrota; cuando se cierra una puerta se abre otra, reza el axioma, pero a veces el pasillo suele ser largo, oscuro y lleno de acechanzas.
Tampoco tienen liderazgos consolidados a la vista. Pablo Javkin aún no comenzó a gobernar Rosario, y nadie cree que Perotti termine armando al futuro adversario. José Corral se desangrará en su puja interna con Mario Barletta por el control del estratégico Grupo Universidad (UNL) cuyo por ahora pasivo rector Enrique Mammarella (ya abordado por embajadores del radicalismo NEO y hasta por el mismo Perotti), deberá salir de su zona de confort presumimos que antes de tiempo, para saldar esa disputa política en su académico, pero poderoso, territorio.
Si de liderazgos hablamos, además de quien ostente la principal magistratura de la Provincia: el Gobernador Perotti; Miguel Lifschitz desde la presidencia de la Cámara de Diputados; los senadores haciendo valer su peso territorial y sapiencia de décadas en sus bancas, y Rafael Gutiérrez otra vez desde la presidencia de la Corte Suprema de Justicia, se sumará la disruptiva diputada electa Amalia Granata.
Por nada se intentó una torpemente fallida movida política judicial en su contra, involucrándola desde Capital Federal – donde tiene su ámbito de trabajo y relaciones – en un inexistente y aberrante hecho judicial.
Esta artera maniobra para la cual se buscó a un desquiciado personaje porteño al que curiosamente se le dio entidad sin verificar los hechos, puso en juego además lealtades internas dentro de lo que será su complejo bloque de – seis – diputados provinciales.
Granata tendrá que lidiar con propios y extraños en el subyugante y combativo mundo y submundo de la política, al cual llega respaldada por casi trescientas mil voluntades, que la adoptaron como estandarte electoral de la arrolladora consigna ProVida, y donde curiosa e insólitamente pareciera que debe rendir cuentas de su indiscutible liderazgo.