Al decir de Elisa Carrió, el domingo 27 de octubre ganó la República (con mayúscula) sosteniendo lo que había reconquistado en el año 2015: no más mayorías automáticas en el Congreso, dirigentes fundacionales, ni mucho menos políticos mesiánicos.
La clase trabajadora y productiva que paga sus impuestos y busca decencia en sus gobernantes, le marcó el territorio al Presidente electo este domingo: basta de corrupción ni impunidad a los corruptos; achique del gasto público, y salida laboral para que esos millones de planes sociales formen parte de la palanca del sistema productivo y social, y no mano de obra para el narcotráfico, tal como lo describiera patéticamente el Gobernador electo de Buenos Aires Axel Kicillof, y lo refrendara en el caso de esta ciudad de Sta Fe capital, la ex candidata María Eugenia Bielsa.
Ese núcleo poblacional que el domingo optó por la República alcanzó el 49.74 %: 12.896.641 personas que votaron por Mauricio Macri, Roberto Lavagna, José Luis Espert y Juan José Gómez Centurión, distribuidas básicamente entre Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Mendoza, San Luis, el interior -productivo- de Buenos Aires y CABA.
Muchas veces señalamos que los procesos políticos no se agotan en un mandato de cuatro años. El iniciado en el año 2015 por Mauricio Macri necesitaba de otros cuatro años, que ésta gestión por su tremenda impericia en el manejo económico no pudo terminar.
Este domingo 27 la población dejó en manos de Alberto Fernández aquella faena, que entre otras consignas tiene la de terminar con el “talibanismo” político encarnado por uno de los subsectores del peronismo. Y si el Presidente electo llegare a mirar para otro lado, o se sintiera sitiado por esa facción, esas casi 13 millones de almas que no lo votaron saldrían a la calle para acompañarlo. O ponerlo en su lugar.
La economía tiene solución; de seguro ningún economista augura un lecho de rosas, más bien será una cuesta empinada y espinada; pero si el Presidente electo da muestras de tolerancia, ecuanimidad y amplio espíritu democrático, desterrando para siempre las prácticas que el domingo la sociedad vetó con su voto, es probable que el “sistema productivo”, ergo el campo, del cual tendrá que asirse el Dr. Fernández para conseguir divisas genuinas, vuelva a colaborar voluntariamente (como en el 2002); pero sólo lo hará si advierte que Alberto Fernández pone su cuota parte antes enunciada.
En principio, el Dr. Fernández dio muestras de convivencia democrática al contarle a su enfervorizada militancia festejante el domingo a la noche, que el Presidente en ejercicio lo había invitado a desayunar y él había aceptado el convite. Lo hizo al lado de quien hace cuatro años se negara a traspasarle formalmente el mando al actual Presidente.
Ese gesto, normal en democracia, sumado al resultado electoral y un borrador de futuro gabinete que trascendió después de las seis de la tarde del domingo, hicieron que este lunes el país amaneciera en calma y respirando aliviado. Los bancos estaban semivacíos,(lo mismo las casas de cambio), solamente atendiendo a sus habituales clientes que realizaban sus rutinarias operaciones.
Todo lo contrario al fatídico lunes 12 de agosto, cuando el resultado de unas elecciones en las que, paradójicamente no se elegía nada, hicieron volar la economía por el aire, generando un posterior estado de esquizofrenia colectiva, alimentada luego por incompetentes y hasta inescrupulosos encuestadores, que llevaron a millares de personas a insolarse durante horas en las veredas de las casas de cambio la última semana, para resguardar sus míseros ahorros comprando dólares ante el cataclismo que sobrevendría el domingo 27. ¿No les cabría algún tipo de penalidad a esos “profesionales” de la manipulación social?.
El Dr. Alberto Fernández tiene el respaldo, además del 48.10 % que lo votó, (entre los cuales hay un 37 % de kirchnerismo explícito) básicamente como dijimos, del resto de una esperanzada sociedad que será fiel custodia para que no se cumpla el funesto cántico “vamos a volver”.