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Santa Fe ante un nuevo tiempo político: debatir el balotaje fortalece la democracia

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Santa Fe atraviesa una etapa de madurez institucional. La reciente reforma constitucional, la modernización del Estado y la discusión sobre nuevas reglas electorales son parte de un mismo proceso: construir una democracia más sólida, previsible y representativa. En ese contexto, la posibilidad de incorporar el balotaje para la elección de autoridades ejecutivas merece un debate sereno y con mirada de futuro.
Durante años, la provincia eligió a sus gobernantes por simple pluralidad de votos. Ese sistema, eficaz en tiempos de estructuras partidarias fuertes, hoy convive con una realidad diferente: electorados fragmentados, nuevas fuerzas emergentes y un escenario político donde quien gana muchas veces lo hace con apoyos minoritarios. La consecuencia es evidente: gobiernos legítimos en las urnas, pero débiles en respaldo social.
El balotaje, lejos de ser una maniobra coyuntural, es una herramienta que permite reforzar la legitimidad de origen de quienes conducen el Estado. Obliga a los candidatos a buscar consensos más amplios, a dialogar con otras fuerzas y a representar un mandato mayoritario. No divide: ordena y clarifica.
Además, su implementación enviaría una señal potente hacia la ciudadanía: que en Santa Fe los cargos ejecutivos no se definen por azar o por la fragmentación del voto, sino por decisiones claras y respaldos mayoritarios. En tiempos donde la polarización y el descreimiento amenazan a la política, garantizar segundas vueltas transparentes y competitivas fortalece la confianza en el sistema democrático.
La discusión también debe inscribirse en un marco más amplio de modernización electoral: limitar la proliferación de listas sin sustento territorial, promover la coherencia entre las categorías de votación y reducir los costos de un sistema que a veces se vuelve ineficiente. Cada voto debe valer, y cada candidatura debe representar una propuesta genuina, no un experimento personal o un instrumento de negociación.
Por supuesto, cualquier reforma requiere debate legislativo, participación social y el máximo respeto por la Constitución provincial. Pero negar la discusión de nuevas reglas por temor al cambio sería, en sí mismo, un acto conservador. Santa Fe ha demostrado a lo largo de su historia que puede ser pionera en materia institucional; hacerlo nuevamente sería una señal de madurez política y visión de futuro.
La experiencia de otras provincias muestra que el balotaje no es una herramienta contra nadie, sino a favor de la calidad democrática. En contextos de competencia tripartita o de fuerte fragmentación, garantiza que quien asuma el gobierno lo haga con un mandato claro, y que las mayorías se construyan con diálogo, no con atajos.
En definitiva, debatir el balotaje no significa reabrir viejas grietas, sino pensar un sistema político a la altura del siglo XXI, donde la pluralidad no sea sinónimo de debilidad y donde el consenso vuelva a ser el lenguaje de la política santafesina.
Si Santa Fe se anima a dar ese paso, no solo actualizará sus reglas: consolidará un modelo institucional más justo, transparente y participativo, digno de su tradición reformista.

Columna de Opinion por Guillermo Cravero