En la vida del deportista existen duros obstáculos a atravesar y uno de ellos, quizá el más común contra el que se debe combatir, son las lesiones. Ninguno está exento de esto, y de hecho termina siendo un tanto habital en el alto rendimiento. Claro está que esto viene de la mano con una serie de situaciones a cumplir respecto a los cuidados, por tal motivo la vida de un jugador resulta tener este tipo de sacrificios en cuanto a preservar el físico, el plano nutricional, el descanso, entre otras cuestiones.
Dentro de una carrera pueden existir lesiones de menor o mayor grado, y en este último aspecto una de las dolencias más crudas que le puede tocar vivir a un basquetbolista es en el tendón de Aquiles. Y acá haremos foco a un buen ejemplo de superación personal y de amor y pasión por el básquet, por volver a ser feliz dentro de una cancha, por levantarse de un duro golpe y concretar un retorno fortalecido. Es el caso de Milton Vittar.
El base santiagueño, nacido en la ciudad de Bandera, tuvo una 2019/20 interrumpida a causa de una rotura del tendón de Aquiles en su pierna derecha, algo que lo marginó de las canchas por prácticamente 6 meses. Venía de uno de sus mejores momentos deportivos, en sintonía, con un nivel extraordinario y había llegado como uno de los grandes refuerzos de San Isidro para la temporada en cuestión, pero a raíz de esta lesión no pudo arrancar la campaña con los Halcones Rojos y tuvo que encarar un minucioso proceso de recuperación.
Pero la historia feliz es que, tras vencer ese periodo de inactividad, finalmente pudo volver a las canchas en febrero de este año. No fue nada sencillo el momento que tuvo que vivir, combatiendo contra la ansiedad y hasta algún que otro temor. Milton ya tuvo otra experiencia dura cuando en el 2015 se lesionó ligamentos cruzados de su rodilla derecha jugando para Comunicaciones de Mercedes, pero ante todo pudo sobreponerse.
El bandereño es uno de los jugadores más importantes de nuestra Liga Argentina. La rompió en la 2018/19 jugando para Central Olímpico de Ceres, ascendiendo ese año con el equipo del Torneo Federal y en su regreso a la segunda categoría. Brilló con 13,9 puntos, 4,5 rebotes y 5,8 asistencias en 43 partidos, en un equipo que fue la revelación del certamen. Antes, Milton ya había tenido paso por este nivel jugando con Unión de Sunchales varios años, el ya nombrado Comunicaciones e Independiente de Santiago del Estero.
Para esta temporada que pasó buscaba un salto más en su carrera. Sabía que venía de hacer una actuación soberbia en Ceres y por eso buscó la opción de volver a la elite (ya había jugando Liga Nacional con Unión de Sunchales en la 2009/10 y también dos temporadas con Olímpico de La Banda en 2013/14 y 2014/15). Era un objetivo, pero también es cierto que ante la aparición de un club como San Isidro, de los más prestigiosos y siempre protagonista del ascenso, la tentación era difícil de evitar. Fichó por los Halcones y ahí llegó el golpe, apenas a una semana de arrancar la pretemporada.
El mensaje de todo esto es claro: luchar por lo que a uno lo hace feliz, y pasar cualquier tipo de adversidad que pueda presentarse para alcanzar esos sueños. En el caso de Vittar, el básquet es su modo de vida, lo que lo apasiona desde tan chiquito. Por eso la historia es feliz, porque su vuelta alegró a todos, y en ese momento, donde las cosas parecieran oscurecerse por los golpes que tiene la vida de un deportista, Milton encontró en su familia y amigos ese sostén tan importante como revitalizante para hoy brillar más que nunca.
– No recuerdo haberte visto hace tanto tiempo en tan altísimo nivel como el que tuviste con Central en la 2018/19. O disfrutabas tanto esa felicidad de estar en un momento bárbaro que daba gusto verte jugar o al menos transmitías esa sensación. ¿Te sentías tan bien en ese entonces?
. Sí. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan cómodo y tan líder, llevando al equipo adelante. Estaba en una plenitud física total. Habíamos conformado un grupo más o menos armado en el Torneo Federal, que con el tiempo fue creciendo y ensamblándose hasta así lograr el ascenso a la Liga Argentina. Mucho tuvieron que ver tanto mis compañeros como mi entrenador Enrique Lancellotti, por la confianza que puso en mí, por el trabajo diario y por darme las riendas para manejar al equipo. La verdad es que, para serte sincero, me sentía muy cómodo. Tenía además toda la confianza de mis compañeros, sabía que era la voz de mando y que eso se respetaba. También me pasaba con el americano, sabiendo que no es algo fácil, pero lo tenía como quién dice un poco en el bolsillo y podía manejarlo. Terminamos entonces el torneo con Central de Ceres, y era haber terminado casi en lo más alto, haciendo una fase regular y unos playoffs intachables. Ahí me pregunté cuál iba a ser mi próximo paso, qué me podía deparar el destino. Seguí jugando algunos partidos en el torneo local de Ceres para no perder el ritmo, estaba cerca de casa y me sentía bárbaro, había hecho muchos amigos, mi novia es de ahí y la verdad me sentía muy cómodo en ese lugar.
– En esto de ver qué le depara a uno el futuro, ¿qué planes tenías en tu cabeza?
. Obviamente que uno siempre aspira más y quiere más cosas. Tenía una especie de sed de revancha con volver a jugar la Liga Nacional o sino estar en equipos con pretensiones de ascenso. Uno siempre quiere más. Vino el receso y ahí fue cuando me llama Seba Torre para decirme que quería que fuese el base de San Isidro. En el acto prácticamente y en un 90% le dije que sí, porque en todo ese momento de seguir viendo las finales de conferencia y del torneo, San Isidro estuvo a un partido de ganar el título y ascender, entonces pensé que las ambiciones de ambos iban a ser las mismas. Mi torneo había sido muy bueno junto con todo lo de Central, y por eso no dudé en decir que sí. Sabía que San Isidro se iba a armar para pelear el campeonato y el ascenso, que era lo que pretendía. Por ahí, como te decía, esperaba también algún llamado para llegar a ser segundo base en La Liga pero no se daba, a lo mejor necesitaba por la edad tener más minutos, ser más protagonista, así que dije que sí en San Isidro.
– Vos venías jugando el torneo local en Ceres así que llegabas óptimo con respecto al ritmo.
. Seguro, quería seguir manteniéndome en ese estado en el que estaba con Central de Ceres. La verdad es que llegué bárbaro, físicamente bien, con el pesaje casi ideal… creo que hacía mucho que no llegaba tan bien a una pretemporada. Había ido un poco antes a San Francisco porque había ido a dejar mis cosas al departamento, y ya me quedé unos días en Córdoba porque mi novia estudia ahí. La pretemporada la arrancamos un lunes. Arrancamos bárbaro, obviamente sabemos cómo entrena Sebastián Torre, creo que todo el ambiente del básquet lo sabe. Seba es muy exigente pero yo me sentía muy bien, me costaba como todo obvio pero terminaba los entrenamientos muy bien.
– A los días te llegó ese golpe.
. Pasó esa primera semana y un viernes en el entrenamiento de la tarde terminó pasando esto. Entramos en calor normal y en el segundo o tercer circuito de ejercicios, saltando un cono, siento como un latigazo o un tirón, como si alguien te empujase o golpease con una pelota… y no puedo seguir la carrera normal. Siento el dolor en ese lugar, y la verdad es que sin saber con exactitud suponía que había sido algo importante. Lo primero que pensé fue en el tendón. Y sí, cuando me dieron la noticia de que el tendón estaba cortado, quería operarme urgente y jugar en San Isidro. Yo solo quería y pensaba jugar en San Isidro. Por los jugadores que tenía, por el equipo que había conformado, por todo lo que eso indicaba que era pelear arriba. Obviamente que después el torneo tiene su rodaje y tenés que pelear, como siempre, pero por nombres, por plantel y muchas cosas más, el equipo tenía que pelear arriba. Tomé la decisión de hacer una interconsulta. Me fui a Córdoba con un médico que no me convenció mucho, al día siguiente fui a otro recomendado por unos amigos, especialista de pie y tobillo, y me operó. Me hicieron algo que se llama cirugía percutánea, donde te hacen una pequeña incisión y van trabajando.
– ¿Cuánto te llevó operarte?
. Solo pasaron unos días. Fue a la semana de la lesión, y bueno, desde ahí ya empecé lo que fue la rehabilitación para volver bien pero lo más pronto posible cuando el cuerpo lo permita.
– ¿Quiénes te acompañaron en ese momento?
. Estuve acompañado de toda mi familia, fueron mis viejos, mis hermanos estuvieron siempre presentes, todos mis amigos, el ambiente del básquet. He tenido mensajes de muchísimos jugadores a través de las redes sociales, a través de un mensaje de Whatsapp, algún llamado telefónico… la verdad es que eso te hace dar ganas de pensar que no podés caerte en ese momento. Me convencí de que tenía que hacer una gran rehabilitación para poder volver, para poder vestir los colores de San Isidro y para poder ser el líder, como me pasó con Central, de ese equipo de San Isidro con nombres sumamente importantes dentro de la categoría. Estuve aproximadamente 21 días con yeso.
– ¿Cómo pasaste ese primer tiempo? Porque si bien todo el proceso es duro y tiene sus etapas, al principio está esa ansiedad de la que uno tiene que bajar para un tramo largo de recuperación.
. Y a mí me tocó en la época del Mundial, así que me vi todos los partidos, absolutamente todos. Repeticiones, estadísticas, teníamos un grupo de Whatsapp donde tirábamos resultados, opinábamos de partidos, sobre las defensas, hacíamos algún trabajo viendo los partidos, sobre todo los partidos de Argentina. Volví a Córdoba después de esos 21 días y me saqué el yeso… y no me olvido más de eso porque ese día Argentina le gana a Francia y lo tuve que ver en el sanatorio. El médico me vio y me dice «¿Qué hacés acá?», a lo que le respondo que por favor me saque el yeso porque quería ver el partido (risas). Lo miré ahí y era toda una escena porque yo festejaba dentro de la clínica, toda la gente me miraba pero había un tipo que festejaba igual que yo (risas). Fue todo alegría a pesar de la situación que tenía conmigo.
– ¿Y esa recuperación cómo siguió?
. Me pusieron una bota, la bota de walker, y ahí ya empecé a hacer ejercicios. Tengo un amigo de toda la vida, Santiago Antinori que es licenciado en kinesiología, es mi ciudad, de Bandera, Santiago del Estero, se recibió hace un tiempo en Córdoba y ya se quedó ahí. Tenía toda la fe puesta en él, la confianza, y sabía que por ser mi amigo siempre iba a ser directo conmigo, que me iba a decir las cosas tal cual eran, lo que tenía que hacer, que si era necesario me iba a cagar a palos para que yo me recupere. Y bueno, así fue. Eran mañanas completas y a veces media tarde, entre gimnasio, pileta, rehabilitación, ejercicios y otros ejercicios en mi casa… así todos los días.
– Ansiedades, temores, cuidados… estas cosas generalmente pueden traer algunas incógnitas del momento, pero a su vez también te termina dando todo un aprendizaje que hasta en muchos casos te fortalece. ¿En el caso tuyo cómo influyó todo esto?
. Fue un proceso que la verdad fue muy difícil, muy duro. A uno se le pasan muchísimas cosas por la cabeza, donde no sabe cómo va a volver, cuándo va a volver, si cuando vuelva va a tener lugar, si le va a costar, si va a estar bien físicamente, cuánto tiempo más va a necesitar para poder ponerse bien del todo… te pasa por la cabeza hasta decir «¿Vuelvo a jugar?», «¿Para qué?», «¿Por qué?». La verdad es que a veces eran días de llorar y de mucha tristeza por lo sucedido, porque, como te decía, venía en una plenitud enorme y quería lograr lo máximo con San Isidro. Sabía que teníamos con qué. Todo esto que me pasó lo usé como aprendizaje, sirvió mucho. Y sin lugar a dudas me di cuenta que el ambiente del básquet es muy bueno. Cuando vos hacés las cosas bien el ambiente del básquet de alguna manera te retribuye mucho. Voy a destacar siempre el apoyo incondicional y total de mi familia, de mis amigos, de mi novia y de la familia de mi novia en esos momentos. Yo siempre digo que en las buenas están todos y en las malas solamente algunos, y la verdad es que soy un agradecido porque en las malas estuvieron muchísimas personas a mi lado. Fue un transitar de días, meses, de contar los días, de que pase un poco más de tiempo, de ir avanzando con los ejercicios. Al principio era caminar con la bota y las muletas, después me saqué ambas, aunque de a una a la vez. Caminar con una muleta, después con la otra… y así. Pasó el primer mes, el segundo y el tercero, y ya ahí me sentía bárbaro, con la sensación de que estaba para jugar. Pero obviamente no era una realidad, sino el deseo mío y de mi cabeza. El kinesiólogo me decía tiempo al tiempo, que había una proceso que había que completar. Fueron momentos muy difíciles, pero llegando al cuarto mes me dijeron que pruebe trotar. El médico y kinesiólogo tenían una comunicación constante, cada semana el kinesiólogo le mandaba un informe y yo iba a ver al médico cada 15-20 días. Eso sumó y fue muy importante. Toda esa rehabilitación la hice en Córdoba. Cuando empecé a trotar sentía que faltaba cada vez menos. Fui a uno de los últimos controles médicos y ahí me dijeron que la idea era que en enero del 2020 me pudiese sumar a los entrenamientos del equipo, progresivo y manejándolo. La idea era ir viendo cómo me iba sintiendo, con trabajos de fuerza y desde ya agradecido con Dani Pérez de San Isidro porque se puso a predisposición mía, hasta estando en contacto con el médico y kinesiólogo para que la vuelta sea positiva.
– Te tocó volver en gira, contra Independiente. ¿Cómo fue ese momento?
. Yo estaba muy ansioso, obviamente quería estar con el equipo, quería jugar para San Isidro. Era muy difícil estar porque el equipo ya tenía su rodaje y yo tenía que arrancar de cero. El técnico tenía que tomar una decisión que no era fácil, hasta que llegó el día que me comunicaron que iba a volver al equipo. Llegando a mi casa después de que me comuniquen esa decisión me fui en lágrimas porque significaba volver a jugar, volver a sentirme feliz dentro de una cancha de básquet, que es lo que más amo desde que soy niño. Llegó entonces ese primer viaje, compartir el vestuario, hacer el bolso para viajar, el compañero de habitación en el hotel donde compartí con un fenómeno como Bruno Barovero… la verdad es que todo el equipo tuvo una aceptación enorme, me dieron una bienvenida total, muy grande, y el cuerpo técnico también. Yo quería jugar y estaba feliz. Y me tocó volver en Santiago sí, justo en mi tierra. Fueron todos mis familiares, mis viejos, muchos amigos… todos estaban felices por verme feliz a mí. Fue un transitar como te dije muy duro, ya me había pasado una vez previa con la rodilla pero esto fue diferente porque me lo tomé de otra manera. La vez que me pasó de la rodilla, allá por el 2014/15, pensé que a lo mejor no iba a jugar más y hasta capaz que la rehabilitación no fue tan buena como esta del tendón. Esa vez me había costado casi un año y un mes en volver a jugar, pero pienso que esta vez le puse mucho más empeño, más ganas, mucho más trabajo y así hoy estamos a cinco meses y días que volví a jugar.
– ¿Qué mensaje creés que te deja todo esto que te pasó para transmitir?
. Simplemente decir que son piedras en el camino del deportista que por ahí uno piensa que nunca que le van a pasar hasta que pasan, y hay que saltarlas y seguir, seguir en busca del sueño de cada uno y ser feliz haciendo lo que uno ama. Yo amo jugar al básquet, amo entrenar, viajar, el vestuario… y ahora con todo este tema del virus para mí fue como una temporada de transición, donde digo que por algo pasan las cosas. Me volví a casa, entrenando en el hogar, haciendo ejercicios de un profe amigo y del profe de San Isidro que nos pasaba por el grupo. Manteniéndome, cuidándome en las comidas, y aprovechando el momento para compartir en familia.
Liga Argentina de Basquetbol