(Por Dario Schueri).- En una actitud políticamente audaz, aunque no exenta de riesgos internos, el Gobernador Omar Perotti admitió ante la prensa que está pensando en oxigenar el gabinete -“cómo mínimo serán dos relevos” reveló a este Diario una fuente- ante el primer año de mandato.
A menos que los reemplazados – y por analogía el resto – ya sepan quienes son, el Gobernador no podría demorar de los primeros días de Noviembre en dar a conocer los anuncios; caso contrario sometería al gabinete a una paranoia y luchas intestinas auto destructiva.
“Es muy probable que haya cambios”, sorprendió Perotti en conferencia de prensa, “todos tuvimos en la cabeza un diseño de equipos para una situación que fue drásticamente alterada (por la pandemia de Covid-19); el escenario cambió, entonces hay que adecuar esa herramienta a la nueva normalidad para conseguir mejores objetivos”, explicó dejando más dudas que certezas.
El lector podría inferir que si hay un Ministerio azotado por el COVID -19 es Salud (que al inicio de la pandemia sufrió la baja de su entonces titular Carlos Parola) a cargo de la Dra Sonia Martorano, quien dos por tres suele ser epicentro de encontronazos por intereses corporativos de su gremio; motivos arguyen algunos, de la inexplicada ida de Parola.
Para quienes estamos en el seguimiento político institucional del gobierno, nos sería fácil advertir que un Ministro que prácticamente tuvo “debut y despedida” política fue el de Gobierno Estéban Borgonovo, excesivamente desgastado durante las terribles negociaciones por la Ley de Necesidad Pública, allá por los albores del inicio de la gestión de Perotti. Después de una serie de diálogos institucionales formales con la oposición (que advirtió que no era un interlocutor con “peso político” en el gabinete), Borgonovo se dedicó a “sobrevivir” cultivando el bajo perfil.
El buenazo de Rubén Michlig volvió a ocupar el mismo despacho del cual se despidió el 10 de diciembre del 2007 con Jorge Obeid, ahora con una nueva denominación administrativa: Gestión Pública, sentándose en un sillón que había sido ocupado por dos personajes gravitante en la política provincial: Antonio Bonfatti y Rubén Galassi; y porque no, aunque cumpliendo otro rol operativo, Pablo Farías. ¿Fue diseñado ese Ministerio para aquellas bisectrices funciones políticas que tuvieron sus antecesores?. De haber sido así Michlig, un probo y eficiente técnico, no era la persona adecuada para ocuparlo.
La “sombra del poder” que se avecinaba fue el desembarco del alfil del Gobernador (junto con Roberto Mirabella y Alcides Calvo) Marcos Corach, haciendo precalentamiento en la eventual Secretaria de Articulación de Políticas Públicas, mientras espera el turno para ocupar el futuro cargo de jefe de gabinete.
Entre las lógicas, y porque no afiebradas conjeturas que se escuchan, está la de un nuevo cambio en la Ley de Ministerios. Por las razones que fueran, esta vez Omar Perotti, argumento pandémico mediante, deberá dar en la tecla para que, emulando a la Vicepresidente Cristina Fernández no tenga “funcionarios que no funcionan”.
Sobrevendrán días azarosos políticamente hablando para el Gobernador, básicamente en su relación con el arisco parlamento donde tiene que tender puentes con propios y ajenos (a veces más con los propios que con los ajenos) para la Ley de Presupuesto (que seguramente contendrá la extensión de la emergencia), Conectividad, Seguridad, ahora también paquete judicial. El “Ruso” Corach, investido de todo el poder que le daría una real jefatura de gabinete, sería la persona precisa para encarar las negociaciones en nombre del mismísimo Gobernador.