¿Por quién NO votará la gente? ¿Será para que NO siga Macri ó NO vuelva Cristina?. ¿La doctrina del mal menor se impondrá inconscientemente entre los votantes?.
Naturalmente una sociedad vota de acuerdo a su estado de ánimo o disposición emocional. ¿Qué sentimientos prevalecerán cuando el 11 de agosto (en las inservibles PASO), 27 de octubre o eventualmente el 24 de noviembre en balotaje) los argentinos votemos para elegir al próximo Presidente de la República?; ¿será por el singularmente necesario bienestar económico ó el idealista “bien común republicano”?.
Desde ya que si se votase exclusivamente por la racional fuerza del bolsillo, las mayores chances de ganar las tendría el peronismo.
La economía libra una batalla emocional tremenda seguramente en la mayor parte de la sociedad. Por un lado, el temor de que empeore si siguiese gobernando el actual oficialismo; pero queda la posibilidad de que mejore en función de que “lo peor ya paso” ó “si aguantamos hasta acá, confiemos un poco más”. Allí es donde el votante se siente “tupacamarizado” entre la realidad económica y las expectativas, de acuerdo a si se la pronostica el gobierno o la oposición. Mientras unos alientan a estar mucho mejor, sin prometer el Paraíso, es verdad; los otros describen poco menos que el infierno del Dante.
Desde el gobierno apelan decidida y exclusivamente a la estimulación emocional de los vacilantes votantes que decidirán la elección (cerca de un 20% según el analista Jorge Giacobbe); desde provocar la superación colectiva con el “vamos que se puede”, expresada de manera más “sensitivamente sencilla” por Carlos Menem con su “estamos mal, pero vamos bien”, hasta convocar a los fantasmas del reciente pasado kirchnerista.
Para la fase “positivista” apela a que los propios ciudadanos “de a pié”, o sea “uno de nosotros” muestren, ponderen y comparen con sus propios celulares los emprendimientos en marcha, al son de “esto nunca se hizo” ó “hace 20 años que lo reclamamos”. Y la aún imperceptible mejora de las variables económicas, motorizadas básicamente por el campo y Vaca Muerta.
De manera paralela, y acompañado por la usina de los “medios hegemónicos”, junto a la inestimable colaboración de entrañables personajes de la oposición como recientemente Aníbal Fernández, otros personeros del kirchnerismo duro, y porque no la propia ex Presidente, se trata de aflorar en la sociedad indecisa y temerosa la huella emocional reciente de temores y fantasmas dejados por el kirchnerismo en su paso por el gobierno, como la intolerancia y persecución a quienes no compartían sus líneas de razonamiento ideológico, político o de gestión. Y los hechos de probada -y enfáticamente negada- corrupción. En definitiva: “esto o Venezuela”.
El candidato Alberto Fernández no es el mejor contendiente en ese terreno (el sensorial), puesto que no disimula su carácter hosco, fastidiado y hasta amedrentador. Aún cuando no sea su intención, sus respuestas denotan siempre una advertencia o amonestación, como cuando le dijo a su amigo el periodista Joaquín Morales Sola: “cuidado con lo que va a decir, se va a arrepentir mañana”, ante la pregunta de si habría un doble comando con Cristina Fernández en un eventual gobierno suyo.
Un adversario más complicado para la estrategia “duranbarbista” hubiera sido Sergio Massa, hábil manipulador de los sentimientos, gran encantador de serpientes; el prototípico “chanta simpático” que hace cuatro años logró a pesar de la inaugurada polarización macrismo – kirchnerismo, colarse en tercer lugar. Pero la ex Presidente eligió al cero carismático Alberto Fernández como depositario de sus votos, celosa y severamente custodiados por ella misma, aunque Fernández se desviva hasta el tedio mismo por demostrar que el doble comando o comando paralelo – en caso de ganar – no existirá.
El colega rosarino Mauricio Maronna invoca a Dick Morris, un consultor afamado en los 90 que contribuyó al triunfo de Bill Clinton, quien dijo hace poco: «en la Argentina, el 70 por ciento vota por (Cristina) Kirchner o (Mauricio) Macri. Pero al 65 por ciento de la gente no le gusta Macri. Y al 70 por ciento no le gusta Kirchner. Es decir, que a la mayoría de los argentinos no les gusta la persona por la que votan. Es la primera vez que veo algo así. Es una anomalía».
El diputado provincial electo Oscar “Cachi” Martínez reflexionó que en estas elecciones la gente decidirá si quiere que se quede o se vaya Macri; es un atendible razonamiento al que le faltaría un condicionante fundamental: y si quiere que vuelva Cristina.
Alberto Fernández y Cristina Fernández cerrarán la campaña junto al Gobernador electo Omar Perotti rumbo a las PASO el 7 de agosto en Rosario.
La diáspora socialista.
Cuando imaginábamos los futuros escenarios en caso de derrota para cada una de las fuerzas y sus candidatos contendientes en la elección provincial, señalábamos que el oficialismo gobernante, y básicamente el socialismo, entraría en un profundo estado deliberativo refundacional. Yel FPCyS todo.
La gravedad de la derrota se acentuaría en el socialismo, pues junto a sus socios en el FPCyS no sólo perdió el poder provincial, sino que resignó tres décadas de dominio político en Rosario, su preciado bastión, a manos del radical frentista – pero radical al fin – Pablo Javkyn.
En Santa Fe capital el poder quedó en manos del inescrutable Emilio Jatón, quien con Pablo Javkyn ya dieron su primera muestra de rebeldía política: no jugarán decididamente para Roberto Lavagna, el candidato de Miguel Lifschitz (y el socialismo “orgánico”)
El radicalismo aliado NEO tiene pendiente un encuentro esta semana para definir los pasos a seguir después de las elecciones PASO, esto es apoyar al binomio Lavagna – Urtubey o dejar en libertad de acción a sus afiliados y votantes, manteniéndose prescindentes. Los senadores radicales del subsector Frente Progresista Sur Lisandro Enrico y Germán Giaccomino transitarían por el mismo camino.
Los números en el centro de la escena.
La mesa de enlace que designó Omar Perotti para recabar la fina y necesaria información financiera de la Provincia, confía en que esta semana recibirá los primeros informes.
Por las dudas, el Gobernador electo se cura en salud: “la Provincia que nos muestra Lifschitz es distinta a la real”, desafía Perotti con los datos que, respalda, la propia Provincia publica en su web, tal como sugirió el Ministro de Economía Gonzalo Saglione que ejercite su gente. “El rojo a fin de año va a ser alto”, coincide un allegado a Perotti.
El propio Gobernador Miguel Lifschitz ya había abierto el paraguas: “hay un desequilibrio financiero coyuntural, no estructural, producto de la caída de la recaudación provincial y nacional y los gastos corrientes y de capital”, dijo. Entre los “gastos corrientes” está la explosiva “cláusula gatillo” que Perotti observa con preocupación.
De tal manera, si no logran conseguir una declaración pública y explícita del mismísimo Omar Perotti avalando esa negociación, difícilmente los gremios estatales terminen como esperan la negociación por el pase a planta de unos 3000 contratados. Lifschitz no querrá más tiroteo político del necesario después del 10 de diciembre.