El fenómeno El Niño, caracterizado por temperaturas oceánicas más cálidas de lo normal en el Pacífico tropical, llegó a su fin según el Centro de Predicción Climática de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA por sus siglas en inglés) de Estados Unidos. Desde su aparición el verano pasado, El Niño alcanzó un estatus extremo a principios de este año, contribuyendo al año más caluroso registrado y afectando varios eventos climáticos globales.
Actualmente estamos en una fase neutral, llamada ENSO-neutral, sin la presencia de El Niño ni La Niña, pero esto cambiará rápidamente. Se espera que La Niña se desarrolle a lo largo de este invierno y esté firmemente en control para septiembre. Así, tiene un 65 % de probabilidad de emerger y un 85 % de persistir durante el verano 2024-2025, según el informe del NOAA. Este patrón climático podría potenciar la actividad de huracanes en el Atlántico, disminuyendo la fuerza y prevalencia de los vientos cortantes que usualmente limitan las tormentas.
Matías Reinoso, meteorólogo del Servicio Meteorológico Nacional (SMN), explica a El Litoral que El Niño y La Niña son dos fases de un mismo fenómeno y que no se alternan solamente entre ellos sino que cuentan con períodos neutrales. «Tanto El Niño como La Niña inician con una anomalía en la temperatura superficial del océano Pacífico Ecuatorial», señala el experto. Y agrega: «Cuando es El Niño se registran temperaturas más altas que lo habitual y cuando es La Niña temperaturas más bajas. Luego, eso repercute en todas las circulaciones atmosféricas y finalmente en las temperaturas y las precipitaciones».
El Niño, durante su duración, ayudó a impulsar tanto las temperaturas del aire como del océano a niveles récord en el mundo. Influenció diversos eventos climáticos significativos, como condiciones secas y calientes en el norte de Sudamérica y la peor sequía en partes de África central y meridional. También provocó lluvias excesivas en la costa este de África, de acuerdo con CNN.
Su desaparición también tendrá grandes repercusiones en el océano Atlántico, aumentando la probabilidad de una temporada de huracanes hiperactiva. El Niño suele crear vientos superiores hostiles que desintegran las tormentas, mientras que La Niña hace lo contrario, y permite que se desarrollen más tormentas. Además, las temperaturas récord del agua en el Atlántico pueden alimentar estas tormentas, ayudándolas a formarse, fortalecerse y sobrevivir.