“El cigarrillo es una analogía muy útil. Los aerosoles son pequeñas partículas que emitimos cuando cantamos, gritamos o hablamos. No se ven, pero salen de la boca y se mueven en el aire, similar al humo del cigarrillo”. La imagen habla sola. Fue planteada por Andrea Pineda Rojas, experta en contaminación atmosférica, investigadora del Centro Investigaciones del Mar y la Atmósfera (UBA-Conicet). Clarín la llamó con una inquietud a esta altura abrumadora: por qué no logramos bajar (de verdad) los contagios de coronavirus. Qué hacemos mal.
En los últimos días se conoció una nota de la revista Nature que enfatizaba el lugar secundario que para la ciencia están teniendo ciertas vías de contagio que hace un año parecían “primordiales”. Millones de personas, hoy agotadas de sostener la prevención del Covid, habían depositado ahí todas sus fichas. No sirvió.
Hablamos de, por un lado, la vía de contagio a través del contacto con superficies u objetos que tocaron terceros. En segundo lugar, la infección por las tan mencionadas “gotitas” de la tos y los estornudos.
La vicepresidenta, Cristina Kirchner, asistió sin barbijo a la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso. A su lado, el presidente, Alberto Fernández. Foto Xinhua/Télam
Entre las paradojas de la pandemia está que los expertos afirmen que el virus queda activo por días en las superficies, al tiempo que aconsejan aflojar con la limpieza de cuanta cosa se ingresa al hogar, regla que, cabe remarcar, no corre para el lavado de manos, que debe ser dedicado y frecuente.
En cuanto a las “gotitas” (que a los expertos les gusta llamar “proyectiles”), la información vino siendo confusa: ¿cómo es que hay tantos contagios si la mayoría de los infectados son asintomáticos, es decir que raramente tosen o estornudan?
Ocurre otra cosa.
Partículas en el aire
En línea con varias investigaciones internacionales que estudian la forma de contagio en distintos ámbitos, tres expertos consultados por Clarín coincidieron en que la principal vía de proliferación del coronavirus es por inhalación de aerosoles, algo que muy poca gente sabe, en parte porque no se informa en las escuetas campañas de comunicación de las jurisdicciones.
Esta nota se inspira en el horizonte de que vale la pena intentar entender estas cuestiones para frenar en serio los contagios.
Rodrigo Quiroga, doctor en Química, investigador del Conicet, especialista en Biología Molecular y Bioinformática de la UNC, opinó que “el tema de los aerosoles se ha subestimado tanto desde la OMS como desde el Ministerio de Salud. Los países que mejor llevaron la pandemia entendieron desde el día uno que la transmisión era por vía respiratoria, que los aerosoles eran la clave y que había que usar barbijo. Japón es un caso paradigmático”.
En estos meses de pandemia, los científicos determinaron que el rol del barbijo bien colocado es central. Foto: Shutterstock
Además de Pineda Rojas, la tercera voz consultada para esta nota chateó con esta cronista mientras viajaba del trabajo a casa, primero en subte, luego en tren. Es Jorge Quarleri, bioquímico experto en virología, investigador del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida (INBIRS-UBA-Conicet).
“Lo digo como ciudadano común, lejos de la virología: no sé cómo llegar a las autoridades de Transporte para que se insista con fotos e información elocuente acerca del correcto uso del tapa-nariz-boca. Es muy importante que se tapen los dos porque liberamos aerosoles, tanto cuando hablamos como cuando respiramos”.
¿Qué son exactamente los aerosoles? Así lo explicó Quarleri: “La diferencia entre gota y microgota que se aerosoliza es una cuestión de tamaño. Al hablar, cantar, estordunar o toser liberamos microgotas. Si son más grandes, como cuando tosemos o estornudamos, caen, a una distancia que no supera los dos metros. De ahí la distancia que deberíamos guardar entre nosotros”.
Pero esas gotas, dijo, “podrían ser más chicas o perder el líquido que las contiene, y la deshidratación hará que queden aerosolizadas, es decir, suspendidas en el aire por varias horas, lo que aumenta las chances de que otro las inhale”.
Mi barbijo y yo
En este punto, un barbijo berreta, flojo o debajo de la nariz se vuelve, en palabras de Pineda Rojas, “un adorno”.
Con la nariz al aire, suben las chances de inhalar aerosoles que podrían transportar el coronavirus. Foto: Shutterstock
La experta, que es doctora en Ciencias de la Atmósfera, usó varias expresiones particulares para referirse al aire que exhalamos. Además de la expresión «aerosoles», habló de «nube de aire exhalado» y de «pluma contaminante«, en un paralelismo con el humo del cigarrillo o aquel que sale de las chimeneas. Sin embargo, a diferencia de lo que pasaría si uno fumara, las «nubes» o «plumas» que salen de nuestras bocas son invisibles, lo que nos lleva a subestimar su rol.
En los hechos, los bordes de un barbijo flojo, despegado de la cara, son puertas de entrada y salida para los aerosoles, muy especialmente en ambientes mal ventilados o en el exterior, si quienes charlan, por ejemplo, están muy cerca.
En palabras de Pineda Rojas, “la mayor concentración de aerosoles se produce frente a la persona que exhala o habla, y disminuye con la distancia a la fuente. La distancia es central. En espacios cerrados, los aerosoles se dispersan por todo el lugar y se acumulan, si están mal ventilados”.
En el endemoniado y a veces azaroso juego de variables que hace a los contagios de Covid hay muchos interrogantes. Según Quiroga, “no hay un cierto tiempo o distancia que evite o produzca los contagios. Podés estar dos minutos y contagiarte o una hora y no contagiarte. En espacios abiertos, influyen el viento, la radiación solar, la humedad y el estadio de la persona infectada, su carga viral. Y hay cosas que no terminamos de entender”.
Por ejemplo, “que la expulsión de aerosoles pareciera ser muy diferente entre las personas. Hay un experimento hecho en un aula con 3.000 individuos en el que se vio que 15 de los que más expulsaban generaban el 85% de los aerosoles totales. En síntesis, no queda otra que actuar como si todo el mundo estuviera infectado”.
Sensores de CO2
Para sistematizar todo el asunto, conviene entender que inhalamos aerosoles (potencialmente con Covid) de dos maneras: de cerca y de lejos, respecto de la fuente emisora.
“En cercanía, si hablás con alguien sin distancia ni barbijo o con el barbijo mal puesto, en poco tiempo te podés contagiar porque estás expuesto a una alta concentración de aerosoles que el otro exhala. Y a distancia, si el ambiente no está bien ventilado y estás mucho tiempo respirando ese aire, también”, detalló Pineda Rojas.
¿Cómo bajar el riesgo? Se sabe, pero no está socialmente incorporado y de ahí tanta insistencia. “En los ambientes cerrados, buen uso de barbijo -bien ajustado a la cara y con doble tela-, lo que en inglés se llama source control, y reducir el número de personas en el lugar», resumió.
Se suma la recomendación para una adecuada ventilación: la renovación del aire debe ser permanente y hay quienes la cuantifican en al menos seis veces por hora.
Mesas de bares en la calle, en el barrio de Palermo. Foto Germán García Adrasti
Una herramienta que se impulsa en Argentina es el uso de sensores de dióxido de carbono (CO2) en las aulas escolares y otros espacios que podrían ser foco de brotes de Covid. Se trata de una idea del físico Jorge Aliaga, secretario de Planeamiento de la Universidad Nacional de Hurlingham, quien lidera un proyecto en esa localidad para el uso de estos detectores en escuelas.
En la práctica, son sensores portátiles (cuestan de 8.000 a 20.000 pesos) que las autoridades escolares podrían mover de aula en aula para medir el nivel de renovación del aire.
La premisa es un dato conocido: la concentración normal de CO2 en espacios exteriores. Así, una suba sustancial de ese gas puertas adentro indicaría “aire estancado”, situación que expondría a los presentes, eventualmente chicos, quienes terminan haciendo las veces de “esponjas” del coronavirus o cualquier otro patógeno en el aire.
Quiroga cree central comunicar enfáticamente estas cuestiones, de cara a lo que vendrá: “Ahora bajaron un poco los casos, pero se presume que van a subir porque tenemos circulación comunitaria de la variante británica, de la Río de Janeiro y no sabemos si llegó la de Manaos. El efecto ‘estacionalidad’ favorece la transmisión, sumado a que tenemos las actividades de riesgo (bares, restaurantes, hoteles, casinos, bingos, gimnasios) habilitadas. Ojalá podamos estirar el alza lo más posible para vacunar, también, lo más posible”.
“Es clave mejorar la actitud individual”, concluyó Pineda Rojas. Es decir, “hacer las colas afuera de los negocios, centros de salud y bancos. No hacer colas adentro. Insistir en la distancia, por ejemplo, en el supermercado. Insistir en el correcto uso del barbijo. En los medios de transporte, que las ventanas estén abiertas. Promover el trabajo remoto. E impulsar que haya buenas campañas de comunicación”.
Clarin