Los casos de coronavirus confirmados en nuestra ciudad de Ceres, echan por tierra todas aquellas hipótesis de conspiración, de que esto era un invento comunista o de la derecha ortodoxa para pelear por el dinero del mundo, y bla bla bla. El covid 19 existe, y cunde el pánico con el solo hecho de nombrarlo. Ceres peleo 87 dias sin casos, habiamos descartado 21 casos sospechosos, hasta que nos llegó con el nexo de la zona roja del AMBA. Desde ese martes 9 de junio, la ciudad comenzó otra historia en su pelea contra el coronavirus. Ya dejamos de ser testigos de los partes epidemiológicos como sin nada pasara, y aquellos que se burlaban tratando este virus, como la gripecita o el resfrío de otoño, se borraron de las redes. La realidad les puso un «tapabocas». En solo 10 días sumamos 8 casos, y habrá más, no sabemos cuantos, pero habrá más. Y aqui la pregunta, ¿que pasó?. Veníamos muy bien, eramos un ejemplo por aquel blindaje de mediados de marzo, y de repente el castillo de naipes se nos derrumbó.
Hoy hay angustia, bronca, desazón y desconcierto. El equipo de la primera trinchera la pelea hora tras hora, pero parece no alcanzar. Los infectados positivos, son de distintas edades, y los aislados también. Los hay chicos, y los hay adultos mayores de edad avanzada. Todas estas personas, de distintas franjas etarias, esperan angustiados que termine la pesadilla. Hay cadenas de oración, y loas de aliento para los enfermos. Hay cuestionamientos sobre controles, estadias, aperturas y otras condiciones que se fueron imponiendo desde que comenzaron las flexibilizaciones. Claro está, que todo lo que escribamos ahora, ya no sirve por la «culpabilidad» o por la exoneración, si no que sirve para que empecemos a ser protagonistas de «una real nueva normalidad». Es fundamental que se abra urgente ese tesón de lucha que nos ha caracterizado. Los más memoriosos no recuerdan ninguna cosa como la que estamos viviendo hoy. Pero no importa, hay aliento para que todos juntos salgamos adelante. Es fundamental que todos, quienes integramos esta sociedad, sepamos hacernos cargo de lo que nos toca. No podemos convivir con el silencio, hay que contar todo, y con lujos de detalles. No debe haber miedo. Es importante que sepamos urgente como se dio el nexo epidemiológico que desataron los últimos contagios. Es necesario decir todo, sin guardarse nada. Si podemos cerrar la cadena completa, podremos tener grandes chances de salir rápido de todo esto. Estamos ante un rival dificil de vencer, porque no tenemos vacunas, ni remedios. Solo podemos derrotarlo si somos conscientes de nuestros actos. Si nos equivocamos debemos confesarlo. No en público, sino en privado y ante quien corresponda. No está bueno que pongamos en riesgo a todos los que convivimos en una comunidad, solo por tener miedo de contar, relatar, o decir lo que realmente pasó. Pero no tiene que ser para sacar un pasaje a la «hoguera». Tiene que ser para salvar de una situación que puede desencadenar en muerte de los seres queridos. Esto no es broma, no es un cuento o una pelicula de ciencia ficción, esta es la realidad, la que no se puede negar. Tenemos que ser precavidos, se vienen días muy dificiles. Si lo hicimos una vez, tenemos que hacerlo de nuevo, aunque nos cueste separarnos de los que amamos. Amar es cuidar. Busquemos ser prudentes en nuestros actos, hagamos caso a quienes deben combatir al coronavirus. No nos pongamos en rebeldes, este virus no perdona, y ya lo demostró. La solidaridad puede convertirse en una gran herramienta para que esto sea una «pesadilla» pasajera. Tratemos de acostumbrarnos a desprendernos del dicho «esto a mi no me va a tocar». Nos puede tocar a todos, nadie está a salvo de este terrible enemigo. Pero tenemos armas, el barbijo social, el agua y el jabon, el distanciamiento social, y cuidar de toser o estornudar sin protección. No existen otras armas que las enumeradas. Si aplicamos la formula de los inicios, vamos camino a una solución. Si nos resistimos, podemos pagarlo muy caro. Protejamos a los nuestros, cuidemonos, y cuidemos a los que queremos. No podemos besarlos, abrazarlos, o compartir una buena copa de vino, pero ya podremos hacerlo. No tenemos otras herramientas. El coronavirus vino para «jodernos» la vida, porque nos pegó en la sociabilización, y no obligó a dejar de frecuentar los afectos. Que la ausencia de hoy, nos sirva para el gran reencuentro de mañana.
Martin Farias