El rector de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), Enrique Mammarella, habló del impacto que produjo la pandemia en la casa de altos estudios. En la visita a la redacción de UNO Santa Fe se refirió de la reestructuración de las carreras para poder dar clases virtuales, sobre los ajustes presupuestarios que se tuvieron que hacer a partir de la llegada de menos partidas y del desarrollo de una vacuna contra el Covid por parte de investigadores de la UNL
—Ya pasó más de un año de pandemia, ¿Cómo modificó esa situación la vida en la UNL y cómo está hoy la universidad?
—Este año fue muy intenso por lo que significó tener que reorganizar una universidad que está pensada para la presencialidad. Todas las actividades de docencia, investigación y de extensión son fuertemente presenciales. Tuvimos que organizar la enseñanza a partir de la virtualidad, utilizar todo el instrumental para la virtualidad con el que ya tenemos una experiencia de 20 años pero que como todas las carreras son presenciales no estaban planificadas para una enseñanza virtual. Eso nos pasó en todos los niveles, desde el jardín de infantes hasta el posgrado. Eso implicaba analizar en cada caso las posibilidades, actualizar todo el material de cada una de las asignaturas, conseguir los medios tecnológicos porque teníamos que pensar en una enseñanza virtual para 45.000 estudiantes más unos 3.500 docentes pugnando todos por trabajar en la virtualidad. Además, se sumaba la administración, ya que la Universidad está pensada para albergar a la gente y no para atenderla virtualmente. Eso significó un cambio en el trabajo muy fuerte porque todas las actividades de la administración tuvieron que ser repensadas. Adelantamos algunos pasos y hoy somos la primera universidad con diploma digital y otros, como el expediente electrónico, demoraron un poco más porque teníamos que poder asegurar que toda la información que llegara a la Universidad mantuviera todo el nivel de confidencialidad que necesitara y que se cumpla con los tiempos; agilizar los pagos para la obra pública. A partir de allí organizar primero los insumos para poder trabajar en la emergencia, muchos de los cuales tuvimos que producir; trabajamos en capacitación en la emergencia para los efectores de salud y los servicios de emergencia de la ciudad y de la provincia. Luego empezamos a volver a la investigación, primero en la que era esencial en términos de Covid, y luego con la que lleva adelante la Universidad y que no se puede parar. A finales de año alcanzamos niveles de funcionamiento aceptables, empezamos a recuperar actividades presenciales a prueba antes de cerrar el año con el jardín de infantes y la primaria y a recuperar actividades presenciales en las carreras ya que en principio habíamos conseguido las prácticas finales de grado y las tesinas, que nos permitió recibir a una buena cantidad de profesionales.
—¿Todos estos cambios que tuvieron que hacer en la UNL tuvo un acompañamiento presupuestario del gobierno nacional?
—El año 2020 fue muy difícil para la UNL, como lo fue para todas las universidades. Pero fue un año sin presupuesto nacional y en el cual recibimos menos presupuesto que en 2019. Al no haber presupuesto y quedar sujetos al envío de las partidas a medida que las iba consiguiendo la Jefatura de Gabinete y las iba distribuyendo, nosotros tuvimos que hacer un recorte importante.
—¿Cuánto menos recibieron?
—Recortamos 75 millones de pesos de nuestras partidas presupuestarias habiendo hecho una prórroga del presupuesto 2019. El mismo presupuesto que el Consejo Superior había aprobado en diciembre de 2018 para todo el 2019, fue aprobado en diciembre de 2019 para todo el 2020 pensando en que la prórroga presupuestaria significaba el mismo nivel de recursos. Pero esos recursos no los conseguimos. Sí hubo algunos recursos extras que se fueron consiguiendo en 2020, en algunos casos por investigación en la emergencia o donaciones. Pero en lo que respecta al presupuesto fue un año muy complejo. Ya el año 2021, al haberse aprobado el presupuesto, uno tiene contra qué gastar, uno puede programar, puede trabajar. No es el presupuesto que deseamos, pero es el que tenemos y que podemos habilitar.
—En 2020 tuvieron que hacer un recorte de 75 millones de pesos. ¿Cuál es el presupuesto total de la UNL?
—Hay un presupuesto inicial y uno final. Al inicial, que es el que vota el Congreso Nacional, después se le suman las partidas por paritarias. El inicial de 2019 eran 2.400 millones de pesos y el final terminó siendo 3.200 millones de pesos. De todas formas, el 2020 lo iniciamos con el presupuesto inicial del 2019, ni siquiera con el presupuesto final.
—Dentro del desarrollo de conocimiento específico relacionado al Covid-19 hubo investigadores de la UNL que trabajaron en el desarrollo de una vacuna. ¿En qué situación está ese trabajo y cuáles son las expectativas que ustedes tienen?
—La investigación que hace la UNL es a nivel de plataforma. La idea sobre la cual se basa esa candidata a vacuna es trabajar sobre proteínas recombinantes que puedan ser incorporadas, una o varias, a una vacuna Covid. Pero también pueden ser utilizadas como tecnología en muchas otras vacunas. Todavía ese tipo de vacunas contra el Covid no están aprobadas en casi ningún país del mundo. Es una tecnología nueva y se encuentra en una etapa preclínica.
—En ese tipo de investigaciones y otras que tengan que ver con el Covid, ¿cómo es el proceso para llevarlos de un conocimiento teórico a la práctica en la sociedad?
—En general toda investigación se desarrolla en la universidad y tiene toda una estructura universitaria acompañándola y tratando de ver cómo se pone en valor esa investigación como obtener una patente, como trámite de propiedad intelectual, como también poder analizar posibles socios estratégicos para hacer que ese desarrollo llegue realmente a la sociedad y transforme la vida de las personas. En este caso particular ya es un consorcio, es una idea que nace consorciada entre el sector público y privado que lo que busca es desarrollar un candidato. Cuando ese candidato a vacuna consigue todas las aprobaciones hay que empezar todo un escalamiento y buscar los procesos estratégicos que tienen que ver con quién lo puede producir. Hoy lo que estamos viendo en el mundo es eso, una falta de producción de vacunas y no falta de vacunas aprobadas. Hay unas 16 vacunas que ya fueron aprobadas pero no encontramos cantidades suficientes para poder comprar.
—¿En Santa Fe o en la Argentina hay capacidad de producción para el tipo de vacuna que está desarrollando la UNL?
—Cuando la vacuna se consiga, el laboratorio o la empresa productora va a tener que tener una tecnología similar a la que tiene el laboratorio Richmond, que es el que va a producir la Sputnik Vida. Lo que va a recibir es el principio activo y después hará todo el resto de la composición para poder formular la vacuna, pero el principio activo seguramente se hará en otro lugar, en un laboratorio de condiciones similares a las que posee en este caso la UNL o en una planta piloto que no tenemos en Santa Fe y que hace rato que se la venimos presentando a varias instituciones para tratar de conseguir financiamiento que podría ser una planta biotecnológica con capacidad de aprobación Anmat para poder hacer estas pruebas sobre los principios activos y entregarlos a otros laboratorios.
—¿El cambio de estrategias educativas afectó a la universidad en la cantidad de ingresantes y de egresados?
—Afectó a todo nivel porque sacando la educación general y básica, la obligatoria, el resto de las carreras son voluntarias. Hay estudiantes que consiguieron algún trabajo que de alguna manera les permite tener más tiempo en la virtualidad para estudiar. En la UNL entre el 35 y el 40 por ciento son ingresantes de la zona del Gran Santa Fe, el resto provienen del interior que tienen que hacer el proceso de desprenderse de su casa, mudarse, venir a Santa Fe, cambiar de vida, muchas veces solos o con gente desconocida. Ese período de adaptación a un proceso de estudio más desregulado, no tan tutoreado como en la educación secundaria también afecta. Mientras que los que tienen que quedarse en su casa, en estas condiciones, tienen que lograr que cada casa se convierta en un aula. Tiene que haber un lugar para estudiar, un lugar para conectarse, tiene que tener conexión y medios tecnológicos. Si eso lo tiene, seguramente ese estudiante tuvo mejores condiciones. Mientras que el estudiante que no tiene esas condiciones porque es una familia numerosa o no tiene buena conexión, algo que nos pasa en la ciudad de Santa Fe, eso va en contra de tener un buen proceso de educación. Después hay cuestiones en la carrera universitaria que tienen que ver con elegir buenos compañeros que en los momentos difíciles forman parte de esos equipos que hacen que todos vayamos para adelante. Eso hoy es muy difícil. Ahora hay muchos estudiantes que volvieron a Santa Fe y están estudiando juntos en burbujas, pero asistiendo de forma virtual a las clases. Después hay carreras que tienen algunas cuestiones especiales, como medicina. En el país esa carrera tiene una presión muy especial sobre el ingreso y el hecho de la virtualidad hizo que se expanda la candidatura a cualquier lugar del país y nosotros cuando tomamos los exámenes de ingreso para esa carrera nos encontramos con muchos candidatos de provincias que habitualmente para esa carrera no estaban y que con la virtualidad se inscribieron. Ese es un fenómeno que tenemos que evaluar.
—¿Qué pasa con los graduados?
—La tasa de graduación fue menor a la tasa general. Nosotros esperábamos un mayor impacto del que tuvimos, pero igual se notó porque nos llevó mucho tiempo poder conseguir las autorizaciones para hacer las prácticas finales, las tesinas. Cada una de nuestras carreras tiene un trabajo que es teórico, experimental y otro profesional. Para eso hay que conseguir las condiciones porque generalmente se hace fuera de la universidad.
Con información de UNO Santa Fe