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Agua y Cooperativismo: El ejemplo de Selva, Argentina, que podría inspirar al Valle del Itata en Chile

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En la ciudad de Selva, provincia de Santiago del Estero (Argentina), la Cooperativa CESPAR lleva adelante una obra que está cambiando la vida rural: el acueducto Río Salado. Lo que comenzó como un sueño comunitario hace 15 años hoy se transforma en un sistema consolidado que garantiza agua para miles de familias y productores. Ahora, con un segundo acueducto en construcción, el modelo demuestra que la innovación no siempre requiere grandes inversiones, sino organización, confianza y espíritu cooperativo.
En las vastas llanuras de Santiago del Estero, el agua es sinónimo de vida. Para las familias rurales, los tambos y los pequeños productores, asegurar el recurso hídrico significa sostener su trabajo, su arraigo y su proyección a futuro.
Hace ya más de una década, la Cooperativa Eléctrica de Servicios Públicos y Asistenciales de Rivadavia (CESPAR) dio un paso histórico al construir el acueducto Río Salado – Selva. La obra consistió en una red de 42 kilómetros de cañería troncal y más de 80 kilómetros de ramales secundarios que transportan agua desde el río hasta la ciudad y los campos asociados.
Hoy, este sistema abastece diariamente con un millón de litros de agua a la planta potabilizadora urbana y con otro millón de litros a más de 17.000 cabezas de ganado distribuidas en la región. Cada productor recibe el agua directamente en su predio, donde cuenta con un tanque y un medidor que permite controlar el consumo y pagar según lo utilizado.
La segunda etapa: un nuevo acueducto en marcha
El impacto del primer acueducto fue tan grande que la cooperativa no tardó en planificar su expansión. Con el crecimiento del número de productores, la ampliación de la ganadería y la necesidad de reforzar la seguridad hídrica, la CESPAR inició la construcción de un segundo acueducto paralelo.
Este nuevo ramal permitirá duplicar la capacidad del sistema y asegurar un suministro estable tanto para el consumo humano como para la producción rural. La inversión proviene, en gran parte, de los propios socios beneficiarios, reafirmando el principio básico del cooperativismo: “todos aportan, todos ganan”.
“Cada productor hace su esfuerzo, porque sabe que el agua es el futuro. La cooperativa pone la mano de obra y la organización. Es un trabajo de todos”, señalan desde CESPAR.
Un modelo simple y replicable
El sistema de Selva se caracteriza por su sencillez técnica y su eficiencia económica. No requiere grandes infraestructuras estatales ni millonarias inversiones privadas: basta con captar el agua en el río, bombearla y distribuirla a través de cañerías hasta los campos.
Se asemeja a lo que ocurre en los viñedos de Mendoza, aunque con una diferencia clave: en Selva todo se hace por cañerías cerradas, lo que evita filtraciones y pérdidas. El resultado es un uso mucho más eficiente del agua.
Por esta razón, dirigentes del sector cooperativo sostienen que este modelo podría replicarse en otras regiones secanas, como el Valle del Itata, en Chile, donde la agricultura campesina familiar enfrenta graves dificultades por la escasez hídrica. Sin embargo, mientras en Argentina ya se avanza en la segunda etapa, en Chile concretar iniciativas de este tipo suele ser “un camino lleno de obstáculos”.
La CESPAR no solo administra el agua. Su experiencia también se extiende a la energía eléctrica, internet y telefonía móvil, demostrando que el cooperativismo puede brindar servicios esenciales a comunidades apartadas.
“Agua y energía son los dos pilares que garantizan la vida en el campo. Sin ellos, no hay producción ni desarrollo rural”, explican desde la institución.
La construcción del acueducto es una muestra de cómo la unión comunitaria puede suplir la falta de inversión estatal y generar un cambio estructural en la calidad de vida de miles de personas.
Fabricio Uberti: un dirigente al servicio de la comunidad
Detrás de estos logros se encuentra la figura de Fabricio Uberti, actual tesorero de la CESPAR y también tesorero de la Federación Argentina de Cooperativas Eléctricas (FACE).
Nacido en Selva, Uberti estudió Análisis de Sistemas en Computación en la Universidad de Santa Fe, trabajó durante cuatro años en Roma (Italia) y luego regresó a Argentina, radicándose en Ceres (Santa Fe). Allí ejerció como docente y profesional en informática, hasta que decidió dedicarse de lleno a la producción agropecuaria.
Su compromiso con el sector lo llevó a involucrarse en diferentes instituciones:
Fue presidente del Consorcio Caminero “La Victoria”, dedicado al mantenimiento de caminos rurales.
Ocupó el cargo de tesorero en la Cooperativa Ganaderos de Ceres Ltda., especializada en la comercialización de ganado.
Integró el consejo y luego fue presidente en dos oportunidades de la Cooperativa Eléctrica y de Servicios Públicos Rivadavia Ltda.
Finalmente, su trayectoria lo proyectó al plano nacional, como tesorero de FACE, donde representa a las cooperativas eléctricas de todo el país.
Su historia personal refleja cómo la educación, la experiencia internacional y el compromiso local pueden converger en un liderazgo transformador.
Una inspiración para el Valle del Itata
La experiencia de Selva no es solo un caso argentino: es un ejemplo latinoamericano de cómo el cooperativismo puede dar respuestas concretas a los desafíos de la ruralidad.
En el Valle del Itata, territorio vitivinícola y agrícola de Chile, las condiciones están dadas para replicar soluciones de este tipo. Zonas secanas que pierden agua hacia el mar podrían ser aprovechadas mediante sistemas cooperativos de bajo costo, beneficiando a miles de familias campesinas que dependen del recurso hídrico.
“El agua es vida, y sin agua no hay campo. Lo que en Selva se logró con organización y compromiso, acá podría marcar la diferencia para la agricultura familiar campesina”, señalan dirigentes locales.
El acueducto Río Salado – Selva es mucho más que una obra de infraestructura: es la demostración de que cuando una comunidad se organiza bajo principios cooperativos, puede garantizar su presente y asegurar su futuro.
En tiempos de crisis hídrica y climática, mirar hacia experiencias como la de Selva puede ofrecer luces para regiones que, como el Valle del Itata, enfrentan el desafío urgente de asegurar agua para vivir, producir y permanecer en el territorio.